Cría cuervos, que te sacarán los ojos
Fernando Couso García
Aunque 2023 está siendo un año con sucesos de calado suficiente como para escribir en el blog una vez al día, el trabajo y los nuevos proyectos que en breve os detallaremos están absorbiendo todo nuestro tiempo. Va a ser un segundo semestre del año con muchos cambios.
He querido aprovechar el comienzo del periodo vacacional para escribir sobre el fenómeno de la violencia filio-parental, (entendida como el conjunto de conductas reiteradas de agresiones físicas -golpes, empujones, arrojar objetos, …-, verbales -insultos repetidos, amenazas, comentarios despectivos, … – o no verbales -gestos amenazadores, ruptura de objetos apreciados, …- dirigidas por parte de los hijos hacia sus progenitores.
Como no me canso de repetir, involucionamos a todos los niveles y en las relaciones familiares no podía ser una excepción. Escucho a nuestros hijos el vocabulario empleado al hablar, el volumen al contestar, las formas al protestar, … y no puedo evitar la comparación con la época en la que yo tenía su edad. Jamás se me pasó por la cabeza hablar así a mis padres, (seguramente porque mi padre se encargaría de alinearme los chacras con un guantazo que llevaría asociada una voltereta con doble tirabuzón).
¿Esa no era una forma de educar?, puede que no, pero era efectiva, … tremendamente efectiva. Aprendimos a entender el adverbio «NO» y a crecer con él y con nuestras frustraciones. La fórmula actual del dialogo, la tolerancia, el colegueo, la permisividad, la defensa a ultranza, … muy efectiva tampoco parece ser y a las pruebas me remito.
Mi progenitor me dejó claro en muchas ocasiones que él era mi padre, no mi colega. Al principio no le entendía muy bien, pero con los años, (sobre todo cuando fui padre), comprendí la diferencia. Y que vaya por delante que soy un padre muy afortunado porque estas conductas jamás las he sufrido por ninguno de mis hij@s, todo lo contrario.
Este comentario nace porque la semana pasada me encontré en la entrada del Juzgado con Marta, una vieja amiga, (a la que llevaba mucho tiempo sin ver), al cual acudía tras haberse visto obligada a denunciar a su hijo de 17 años por continuas agresiones físicas y verbales. Literalmente me dijo “Fer, ya no puedo más, esto no es vida”. No alcancé a decidir cuál era mayor, si mi indignación o mi rabia.
A los minutos entró su hijo. Describir al “colega” seguro que suena a carca, por lo que voy a omitir mi opinión al respecto. Describir su actitud se resume en la frase que espetó en voz alta al ver a su madre “¿estarás contenta, hija de puta?”.
Ha pasado una semana y desconozco el desenlace de lo acaecido en sala, pero no dejo de pensar en este episodio. Como padre no alcanzo a imaginar el nivel de desesperación que lleva a una madre a denunciar a un hijo, pero alabo su valentía.
Según un informe de la Fundación Amigó, elaborado a partir de los datos publicados por la Memoria de la Fiscalía General del Estado de 2020, los expedientes abiertos a jóvenes por este delito han aumentado paulatinamente en los últimos 6 años, alcanzando los 5.055 expedientes incoados a jóvenes por agresiones en el ámbito familiar durante 2019, un 4,59% más que el año 2018, en el que se registraron 4.833 casos. Este tipo de delitos supone ya el 17,8% del total de los expedientes abiertos a menores de edad. A día de hoy no se dispone de datos oficiales del trienio 2020-2022, pero la propia Fiscalía reconoce que siguen aumentado exponencialmente cada año.
Esta mañana he amanecido con esta noticia …
… y mi pensamiento y mejores deseos se han trasladado a Marta. El sinvergüenza protagonista de esta noticia en cuestión tiene 47 años y viene repitiendo su conducta desde la adolescencia.
Marta, cuando leas estas líneas, y por mucho que te duela, siéntete orgullosa de tu conducta y respuesta. Estos comportamientos o se cortan de raíz o se perpetúan en el tiempo. Eres madre, no criadora de cuervos.