Somos seres humanos, no géneros
Zuriñe González Sánchez
Durante la última semana, con motivo del día de hoy, el 8-M, hemos venido escuchando distintas noticias o comentarios en redes sociales en las que se sacaban a la palestra, un año más, las desigualdades entre hombres y mujeres. Por ello, he considerado oportuno, como mujer joven, hacer una reflexión.
Es innegable que en muchos ámbitos las mujeres somos minoría o estamos en un segundo plano (deporte mediático, altos cargos y miembros de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, entre otros) y en otros somos mayoría (limpieza y profesiones de la rama de humanidades, tales como el cuidado de personas, enfermería, etc.); por lo que mirado desde el prisma de los hombres también en algunos ámbitos destacan y en otros son minoría.
Sin embargo, en los últimos años se están viendo progresos, no tanto como una plena transformación, pero sí lo suficiente para que todas las personas independientemente de su género toquen puertas hasta ahora impensables. Esto ha generado que se vayan normalizando muchas cuestiones, aunque a día de hoy sigan sorprendiendo.
Hay un doble objetivo. Por un lado, no debe ser necesario que exista el día de la mujer para acordarse de que “oye, no tenemos igualdad de oportunidades”. Por otro lado, tenemos que dejar de destacar o sorprendernos cada vez que una mujer consigue un alto cargo, un premio o un reconocimiento. No hacemos ningún favor potenciando que una persona de género mujer lo ha conseguido, “siendo mujer”. Sí, ya sé que se hace con la intención de empoderar, pero estamos convirtiendo algo normal en algo extraordinario, y este es el problema.
Además, las nuevas generaciones, en su mayoría, no nos hemos criado o se están criando con la concepción de “el hombre trabaja y la mujer cuida, limpia y cocina”. Ni tampoco se sorprenden tanto, está todo más asimilado, más normalizado.
Con todo esto lo que quiero señalar es que no somos iguales las mujeres y los hombres, claro que no. En realidad, tampoco hay dos personas iguales, siendo ambas mujeres o ambos hombres. Normalicemos la diversidad en todos los ámbitos, también la de los géneros, pero tampoco vayamos poniendo a las personas en distintos ámbitos dependiendo de si para compensar la balanza hay que meter a una mujer o a un hombre.
Más allá de todo esto, tampoco hagamos generalizaciones por géneros, porque, por ejemplo, ni todos los hombres son maltratadores ni todas las mujeres víctimas vulnerables. Es cierto que la estadística nos indica que la mayoría de los maltratadores son hombres y que la mayoría de las víctimas son mujeres, especialmente en algunas tipologías delictivas.
No somos únicamente géneros, somos seres humanos con un género predeterminado sí, pero incluso hasta el género puede cambiarse; por lo que hablemos de seres humanos o de personas y no encasillemos, que no favorecemos a nadie y dañamos a muchos/as.
No se trata de ver qué género es mejor, de competir mujeres contra hombres para demostrar que podemos estar al mismo nivel, nada de eso. Consiste en que todos y todas seamos reconocidas y tratadas como personas, que es lo que somos. Valorémoslas por lo que valen, hacen y quieren, no por el género que en realidad nada aporta o debería aportar. Hasta donde yo sé ni el carácter ni la personalidad ni las ambiciones varían por ser hombre o mujer, no desde luego en las últimas generaciones.
Somos seres humanos que determinamos nuestro género y cómo nos queremos desarrollar, no géneros que delimitan qué somos como seres humanos.