Cuando un monstruo me ha parido…
Fernando Couso García
El pasado 15 de abril agentes de la Policía Nacional detenían a 12 personas en las provincias de Alicante, Almería, Barcelona, Madrid, Pontevedra y Valladolid por poseer y distribuir material pedófilo, de abuso sexual infantil, a través de internet. Hasta aquí, más de lo mismo. Indeseables cuya sexualidad se encuentra igual de atrofiada que su cerebro.
Lo que me ha llamado la atención de esta noticia1 es que entre los detenidos se encuentra una mujer de Almería que distribuía archivos con imágenes de contenido sexual de su propia hija, una niña menor de edad. Los otros 11 degenerados hacían uso de la web, a través de una aplicación de mensajería instantánea, para distribuir el material de explotación sexual aportado por la madre.
Antes de continuar, y para los lectores que no conozcan las filias a las que voy a hacer alusión, una pequeña explicación. La paidofilia o pedofilia, (inclinación de las personas a sentir una atracción sexual primaria hacia niños prepúberes) es una cronofilia, es decir, una parafilia en la que la edad del sujeto pedófilo no se corresponde con la edad del objeto de la atracción sexual.
Pedofilia y pederastia son dos patologías distintas, y, por tanto, las debemos separar a la hora de distinguir la perversión, ya que la diferencia entre ambas radica en la acción que llevará a cometer el delito. Los pedófilos no pasan a la acción mientras que los pederastas sí lo hacen, y esa actuación, (que les lleva a la práctica sexual con un menor), es la que supone un abuso por parte del adulto que la realiza, es decir, un pedófilo sería el sujeto que se siente atraído por los niños y un pederasta es alguien que comete un delito sexual o un abuso con un menor. Esta distinción nos permite afirmar que todos los pederastas son pedófilos pero no todos los pedófilos son pederastas.
Observar, recrearse y masturbarse con fotos y videos de menores permanece en el plano psicológico de los individuos. Trasladar estas acciones al plano físico y ejecutarlos, (o intentarlo), con menores con los que les separa una importante diferencia de edad es lo que les convierte en monstruos.
Tras esta breve explicación, y retomando el contenido de los dos primeros párrafos, sólo me surgen dos preguntas; ¿Existe una conducta más aberrante?, ¿Cómo puedo adjetivar a la “persona” que entrega la intimidad de su propia hija por dinero?.
Esta “persona” no merece el nombre de madre y solo deseo que caiga sobre ella todo el peso de la justicia. Las noticias consultadas no hacen alusión al padre, pero, en caso de no tener o no poder contar con su colaboración, esta niña debe ser separada definitivamente de ese monstruo.
Y para el resto de padres y madres;
Como sociedad, debemos tener en cuenta que los pederastas y los pedófilos son cada vez más técnicos, y los foros en los que realizan sus actividades son cotos cada vez más cerrados y, por tanto, difíciles de acceder. Operan bajo parámetros de divulgación del conocimiento sobre seguridad en Internet, compartiendo estos conocimientos unos con otros, de modo y manera que cada vez son más difíciles de localizar.
Asimismo, una de las acciones más habituales es el intercambio de información sobre cómo engañar o sortear a los padres de un niño, por lo que debemos ser nosotros los que nos adelantemos, adoptando cuantas medidas de supervisión de la actividad de nuestros hijos en internet podamos. Y no nos debemos sentir mal por ello, aunque aludan a su intimidad y derecho a la privacidad. Garantizar el bienestar y la seguridad de nuestros hijos es nuestra obligación como padres y madres.
Recordad que mientras haya alimañas dispuestas a pagar por carne, siempre habrá otra alimaña dispuesta a conseguírsela.