Armados y muy peligrosos
Fernando Couso García
Leyendo una noticia acerca de la detención de dos jóvenes de 22 y 19 años en Irún (Gipuzkoa), por una agresión sobre un menor de 17 años con arma blanca, el buscador me indica otras dos agresiones más perpetradas por jóvenes contra jóvenes, una en Madrid y otra en Soria.
El pasado día 07, en el barrio de Orcasur de Madrid, seis adolescentes (cinco de ellos menores de edad) agredían a otro menor empleando machetes y navajas sin mediar palabra, según testigos presenciales.
Hoy mismo, en Soria, un vecino de Almazán, de 18 años de edad, era detenido por golpear con un puño americano en la cara a otro chico, provocándole graves lesiones faciales.
En la búsqueda de más información, para redactar esta entrada en el blog, topo con la hemeroteca de este tipo de sucesos de la cadena Ser, (https://cadenaser.com/tag/armas_blancas/a/), y mi perplejidad aumenta al ritmo que avanza la lectura. Cuchillos, catanas, machetes, navajas, puños americanos, … Las noticias sobre agresiones con armas blancas entre jóvenes se repiten, semana tras semana, a lo largo de toda la geografía. Y esta repetición de conductas nos hace ver que, desde hace mucho tiempo, nos enfrentamos a un problema al que no se está dando la importancia que tiene.
El último informe elaborado por el Gabinete de Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad, correspondiente al quinquenio 2013-2017, analiza las características de los crímenes perpetrados en España durante este periodo, y en el mismo se indica que los cuchillos, navajas y puñales son las herramientas más utilizadas por los homicidas españoles. En concreto, las armas blancas se han utilizado para asesinar en el 41% de las ocasiones, respecto al 16% de los asesinatos en los que se han empleado armas de fuego. Junto a estas, el resto de armas o medios utilizadas por los agresores han sido la propia fuerza (en el 13% de los casos), un objeto contundente (en el 11,5%) o la asfixia (en el 5%), como los más destacados.
Hablamos de armas, y el mero hecho de portarlas, (aunque tenga menos de 11 cm de hoja medida desde el reborde o tope del mango hasta el extremo y no sean automáticas, -tal y como exige el artículo 4 del Reglamento de Armas-), en la vía pública, indica intencionalidad, predisposición y premeditación.
Hablamos de armas portadas por los agresores frente a armas y agresiones de oportunidad, por lo que sobra la pregunta de saber qué pretenden hacer nuestros jóvenes portando este tipo de armas, cuando salen a la calle. Resulta evidente que pretenden demostrar su poder, intimidar y trasmitir una sensación de miedo e inseguridad a aquellos a los que se enfrentan. No acepto criterios como los cambios en la concepción de la autoprotección a la hora de salir de fiesta, portarlas como herramienta de seguridad para nosotros y los nuestros o la sensación de tranquilidad que trasmiten. Conceptos erróneos y excusas baratas.
Salir a la calle portando un arma blanca es la mayor demostración de alevosía, (circunstancia de haberse asegurado, quien comete un delito contra otra persona, de que no corre ningún riesgo que pudiera provenir de una reacción defensiva por parte de la persona atacada). El dolo -intención- del autor en su utilización es incontestable ya que trata de asegurar la ejecución y la eliminación de las posibilidades de defensa de la víctima, ofendido o sujeto pasivo del delito, por lo que sin duda se debe considerar una mayor reprochabilidad.
El RD 137/1993 se ha quedado claramente desfasado. El RD 726/2020, que modifica el Reglamento de Armas, es un chiste de mal gusto. Ha llegado el momento de endurecer, y mucho, la legislación al respecto y sancionar con mayor dureza el porte y uso de armas blancas. Para que sea adecuada al daño que producen, debe ser modificada la tipificación de lesiones por una de tentativa de homicidio en todos los ataques y peleas en las que el agresor utiliza un arma blanca.
La concepción del dominio a través de la pertenencia a una manada y el sentimiento de territorialidad a través de la violencia son propios de los animales. Alcanzar ese estatus ante otras especies, imponiendo la ley del miedo, es propio de salvajes. La diferencia con los seres humanos radica en que los animales salvajes no van armados, y, por lo tanto, no son tan peligrosos.
Bibliografía
(1) Real Decreto 137/1993, de 29 de enero, BOE 55/1993.
(2) Real Decreto 726/2020, de 04 de agosto, por el que se modifica el Reglamento de Armas, aprobado por el Real Decreto 137/1993.